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Mensaje de bienvenida

Estimado amigo investigador, AGEAC le da la bienvenida a la Gnyana indostánica, a la Sophia griega, al conocimiento milenario que poseyeron las grandes culturas del pasado. Un conocimiento revelador que le ha permitido al hombre conocer la razón de ser de su propia existencia…

Se encuentra ahora en el vestíbulo del santuario de la Sabiduría, en ese santuario en el que estudiaron y practicaron hombres de la talla de Confucio, Buddha, Jesús, Salomón, Homero, Pitágoras, Platón, Sócrates, Hermes Trismegisto, Dante Alighieri, etc.

El camino que tiene por delante es enormemente gratificante, pero ha de saber que no habrá de resultarle fácil, pues aspirar a la sabiduría es una cosa, pero perseverar en su búsqueda toda la vida hasta encontrarla es otra cosa muy diferente.

Dos son los grandes obstáculos a los que habrá de enfrentarse:

  1. Por un lado, el enorme carrusel de oportunidades y sensaciones que la vida le ofrece –necesarias o no–, que en conjunto suelen acaparar el tiempo de hombres y mujeres.

  2. Por otro lado, un gran escaparate de enseñanzas, muchas de ellas incluso vinculadas a los principios de bondad, libertad, felicidad…, pero que engendrarán en usted cuantiosas dudas, pues no sabrá cuál de ellas participa de la verdad.

Pero para salvar esos impedimentos recuerde igualmente dos cosas muy importantes:

  1. Vivir por vivir, sin tratar de responderse a sí mismo quién soy, de dónde vengo, para dónde voy, cuál es el objeto de la existencia, propiamente, tener los ojos cerrados, sin querer abrirlos jamás. Y con la mano en el corazón, respóndase a sí mismo: ¿puede haber algo más triste en la vida que querer seguir en la oscuridad?

  2. Solo un conocimiento práctico que permita al estudiante comprobar por sí mismo sus preceptos y enunciados puede sacarnos del confuso laberinto de las teorías. Aquella enseñanza que no encuentra aplicación práctica en la vida no es otra cosa que una simple acrobacia del pensamiento que a nada conduce.

Pero si usted, apreciado lector, ha llegado hasta aquí porque la Sabiduría es dulce a su alma y cree que en la vida hay algo más que nacer, crecer, envejecer y morir; entonces le invitamos a tomar el escudo de su fe y a avanzar con paso decidido, ya sea a favor del viento o contra todos los vientos… Sin embargo, recuerde siempre: «No nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas» –Séneca–.

Ignoranti, quem portum petat, nullus suus ventus est

«Ningún viento es favorable para el que no sabe a qué puerto va»

Quiénes somos

La Asociación Geofilosófica de Estudios Antropológicos y Culturales es una institución humanística, filosófica y antropológica cuya razón de ser es la de investigar los valores culturales inmersos en las tradiciones, el folclore, la mitología, la filosofía, el arte, las costumbres y las creencias de todos los pueblos de la antigüedad con el fin de extraer de ellos los principios y valores que permitan al hombre moderno vivir de una forma más consciente e inteligente.

Nuestra institución fue fundada en España en 1989 y es, hoy en día, una institución internacional con presencia en más de 45 países de los cinco continentes, integrada por personas de un amplio rango de actividades profesionales, interesadas todas en investigar y traer a la actualidad las grandes enseñanzas universales del pasado.

Nuestra institución no persigue fines lucrativos a fin de que todas las personas, sin distinción de su nivel social o económico, puedan beneficiarse de sus cursos e investigaciones.

Aunque en nuestras asociaciones se estudian, entre otros muchos aspectos de la cultura humana, las diferentes religiones que han existido en el mundo, no es nuestra institución ninguna religión. Nuestra asociación respeta las creencias individuales de sus afiliados, y a sus cursos acuden personas de diferentes credos y filosofías.

Nuestras actividades

Nuestra institución, para dar un adecuado cumplimiento a sus fines y objetivos, lleva a cabo distintas actividades de forma periódica, entre las cuales figuran las siguientes:

  1. Editar obras que abarquen todos los temas inherentes al desarrollo integral del ser humano y al conocimiento universal.

  2. Celebrar acuerdos e intercambios de amistad y ayuda mutua con organismos culturales nacionales e internacionales.

  3. Realizar, en base a sus investigaciones antropológicas, filosóficas y místicas, prácticas y ejercicios que contribuyan a realizar dentro del hombre una captación más objetiva de la naturaleza y del cosmos, tal y como lo enseñaron las antiguas disciplinas de las grandes culturas del pasado.

  4. Celebrar periódicamente conferencias, congresos, encuentros, reuniones y convivencias a nivel nacional e internacional.

  5. Investigar y estudiar las diferentes corrientes del pensamiento filosófico, místico, científico y artístico de las grandes celebridades de todas las épocas y de todos los lugares.

  6. Realizar cursos y seminarios para la difusión de los conocimientos antes citados.

Comoquiera que los cimientos de nuestra institución descansan sobre el respeto al libre albedrío de las personas, todas las actividades que realizan los miembros de nuestras asociaciones son siempre de carácter voluntario. Nuestra institución, como asociación cultural presente en un gran número de países, ha desarrollado varios eventos internacionales desde su fundación, a saber:

  • Congreso Internacional celebrado en la ciudad de Viena (Austria) en 1990.
  • Congreso Internacional celebrado en la ciudad de New York (USA) en 1992.
  • Congreso Internacional celebrado en la ciudad de Québec (Canadá) en 2000.
  • Congreso Internacional celebrado en la ciudad de Brasov (Rumanía) en 2004.
  • Congreso Internacional celebrado en la ciudad de Agra (India) en 2008.
  • Congreso Internacional celebrado en la ciudad de Foz de Iguazú (Brasil) en 2012.
  • Congreso Internacional celebrado en la ciudad de Atibaia, Sao Paulo (Brasil) en 2019.

Concluiremos afirmando solemnemente y en honor a la verdad que nuestra institución tiene un único propósito: investigar y compartir con nuestro hermano el hombre, con seriedad y rigor científico, la sabiduría universal de todos los tiempos, ese conocimiento que permite al hombre moderno hacerse una visión de su existencia más humana, más consciente y, en consecuencia, más trascendente.

Qué es la Geofilosofía

Sabido es que el término filosofía, etimológicamente, procede de los vocablos griegos phileo ‘amor’ y sophia ‘sabiduría’. Representa, pues, el amor a la sabiduría. El verbo phileo, además de ‘amar’, tiene el significado de ‘aspirar’: aspirar a la sabiduría.

Se atribuye a Pitágoras (496-580 a.C.) la introducción del término filósofo cuando León, rey de los fliacos, le preguntó cuál era su profesión, y Pitágoras le contestó que no era sabio – sofos –, sino simplemente un filósofo –amante de la sabiduría, aspirante a ella–.

Desde mucho antes de Pitágoras numerosas almas han aspirado a la sabiduría, hombres y mujeres que ansiosamente buscaron resolver los grandes enigmas de la creación: ¿quiénes somos realmente?, ¿con qué objeto hemos venido al mundo?, ¿cuál es el origen del universo?, ¿de dónde surgió la vida?, ¿existe una inteligencia detrás de todo lo creado?, ¿existíamos antes del nacimiento?, ¿existiremos después de la muerte?, ¿es el azar el que trae a nuestra vida alegrías o desgracias, o existe un destino ya escrito?…

Como decía Jung: «La razón por sí sola no basta». Por eso, al igual que muchas son las semillas que da el árbol y pocas las que consiguen germinar y dar sus frutos, la mayoría de esos aspirantes a la sabiduría se quedaron por el camino, limitados por el conocimiento que otorga el raciocinio. Y es que la razón esclaviza al hombre en dogmas, prejuicios, conceptos y teorías. Con justa razón afirmó Goethe: «Gris es toda teoría y verde el áureo árbol de la vida».

Solo unos pocos, auxiliados por una filosofía superior, lograron liberarse de los cambiantes vientos del intelecto para, mediante la vivencia consciente, alcanzar las cumbres de la verdadera sabiduría. Entre ellos: Confucio, Buddha, Jesús, Salomón, Homero, Pitágoras, Platón, Sócrates, Hermes Trismegisto, Dante Alighieri, etc.

Henos, pues, frente a dos tipos de filosofía: una que hoy es y mañana no es (pues, la mente, lo que hoy afirma blanco, mañana lo cataloga como negro), y otra que siempre ha sido la que es, inmutable y eterna (pues no varía con el paso de los siglos). La primera, subjetiva, limitada por la capacidad cognoscitiva de los aspirantes a Sophia. La segunda, objetiva y veraz, sustentada en la Conciencia despierta y capaz de responder de forma seria y real a todos los interrogantes que el hombre pueda plantearse.

Llama mucho la atención que, al examinar profundamente todos los mitos, credos, leyendas, símbolos, cultos, etc., de las grandes culturas del pasado, podamos vislumbrar algo más que meras coincidencias. Su estudio detenido, libre de prejuicios, nos ha permitido descubrir un intenso nexo entre todas ellas, un misterioso común denominador que las enlaza. Sin temor a equivocarnos podemos afirmar que los más eminentes sabios de la antigüedad tuvieron acceso a esa philosophia perennis et universalis que muchos buscaron y pocos hallaron.

Esa filosofía trascendental, capaz de otorgar al hombre las claves del despertar íntimo para con él aprehender las grandes verdades de la vida y de la muerte, no es exclusiva de ningún pueblo, de ningún credo, de ninguna cultura, pues ha hecho presencia a través de los siglos en los cuatro puntos cardinales de nuestro mundo. Esa es la filosofía universal de Gea, diosa que en la mitología griega representa la Tierra, y de la cual deriva la palabra Geo. Esa es para nosotros la Geo-Filosofía –como la hemos bautizado–, la filosofía universal de la Tierra, porque está presente en todos los rincones de este mundo y no es exclusiva de ninguno de sus vástagos –las diferentes culturas–.

La Geofilosofía está en oposición a la filosofía meramente especulativa, pues afirma, como dijimos anteriormente, que existe un poder superior a la mente que descansa en la Conciencia del ser humano y que es posible despertar hasta límites inimaginados. Mientras la mente razona, la Conciencia comprende. Mientras la mente especula, la Conciencia percibe.

La Geofilosofía no se identifica con ninguna ideología religiosa, porque reconoce en los credos y religiones del mundo entero la búsqueda sincera de la verdad y los elementos esenciales de la filosofía eterna.

La Geofilosofía afirma que es absurdo buscar fuera lo que el hombre lleva en su interior. Y por eso coincide con Jung cuando este afirmó: «Aquel que mira afuera, sueña. Mas quien mira en su interior, despierta».

La Geofilosofía no pretende enseñar a nadie qué pensar, pues comprende que todo dogmatismo esclaviza al ser humano. Por el contrario, incentiva el libre albedrío y la capacidad que hay innata en el hombre para reflexionar y discernir. La Geofilosofía sostiene que no hay causa más noble y justa que encontrar la respuesta a quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Un derecho es, y no ninguna herejía, conocer los arcanos del Creador. Así es y así ha quedado escrito: «La gloria de Dios consiste en esconder sus misterios; y la del hombre en descubrirlos» – Proverbios 25, 2–.

Permítanos el amable lector cerrar este apartado haciéndonos eco de las palabras de un insigne filósofo:

«La sabiduría es fuerte como una roca milenaria y ardiente como un fuego abrasador. Cuando el hombre la posee se hace inmune a todas las banalidades y adquiere firmeza ante los inesperados cambios del destino humano».

Posside sapientiam, quia auro melior est

«Poseer sabiduría es mejor que poseer oro»

Conócete a ti mismo

Te advierto, quien quiera que fueres, ¡oh; tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera! Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el tesoro de los tesoros. ¡Conócete a ti mismo y conocerás al universo y a los dioses!. (Inscripción en el frontispicio del Templo de Apolo en el Monte Parnaso, Grecia; 2500 a.C.).

Ciertamente, si no hallamos dentro de nosotros mismos aquello que buscamos, jamás podremos hallarlo fuera. Con justa razón afirmaba Sócrates: «Solo el conocimiento que llega desde dentro es el verdadero conocimiento».

En esta época en la que todo nos invita a exteriorizarnos, a disfrutar de las sensaciones que nos ofrece la vida, a rendir pleitesía al nuevo Señor del mundo, el hedonismo…, nos hemos olvidado de lo más importante, nosotros mismos.

Reímos y lloramos, osamos y tememos, amamos y odiamos…, y todo ello sin percibir el resorte secreto que nos lleva a ello. Creemos conocernos, pero ¿qué sabemos en realidad de nosotros? Nuestro nombre nos lo dieron. Nuestro cuerpo nos lo prestaron. Nuestros conocimientos los adquirimos. Entonces, ¿quiénes somos?

¿Existe algo más triste en la vida que ir de la cuna a la tumba y seguir ignorando quiénes somos y para qué hemos venido al mundo? Trágica es la existencia de aquel que muere sin haber conocido el motivo de su vida…

Todo el mundo cree que se conoce a sí mismo, pero ni remotamente sospecha que no es «uno» sino «muchos». Realmente la autoasumida individualidad deviene en multiplicidad. Somos como un barco lleno de gente donde cada uno de los pasajeros quiere tomar el timón para llevar el navío a donde le plazca.

El Yo que jura amor eterno a una dama es desplazado por otro Yo que la deja en el altar para fugarse con otra. El Yo que jura fidelidad a su país es desplazado por otro que vende al mejor postor sus secretos. El Yo que promete a las multitudes un gobierno transparente es desplazado por otro que maneja dinero sucio. El Yo que hoy adora a Dios es desplazado poco tiempo después por otro totalmente escéptico.

Negar la «doctrina de los muchos» sería pecar de ingenuos, pues no es posible en modo alguno negar contradicciones íntimas que cada uno de nosotros posee.

Si nos pudiésemos ver en un espejo de cuerpo entero, tal cual somos, descubriríamos por sí mismos en forma directa esa «doctrina de los muchos».

Si tuviéramos verdadera Individualidad, si poseyéramos una unidad en vez de una multiplicidad, tendríamos también continuidad de propósitos, conciencia despierta, constancia, voluntad…

Necesitamos conocernos a nosotros mismos para eliminar aquello que nos sobra y adquirir aquello que nos falta, si es que queremos abandonar el mundo ilusorio y trivial en el que vivimos y sumergirnos en el gran océano de vida que es lo Real, más allá del cuerpo, de los afectos y de la mente.

«El humilde conocimiento de ti mismo es un camino más seguro hacia Dios que el camino de la ciencia» enfatizaba Tomás de Kempis. «Hay quien lamenta su necedad. Este ya no es necio; más necio es aquel que sin conocerse a sí mismo dice ser inteligente», manifestaba el propio Buddha.

Llegado a este punto, el amable lector seguramente se preguntará: ¿cómo puedo llevar a cabo esa transformación interior?, ¿cómo puedo lograr el despertar conciencia?… Dejemos al mismísimo C. G. Jung que arroje un poco de luz sobre esta interesante cuestión:

Para que se produzca esta transformación es imprescindible la circumambulatio, o sea, la concentración exclusiva en el centro, en el lugar de la transformación creadora. En este proceso se es «mordido» por animales, es decir, hay que exponerse a los impulsos animales del inconsciente sin identificarse con ellos ni «huir de los mismos», pues la huida frente al inconsciente haría ilusorio el objeto del procedimiento. Hay que seguir en él, es decir, el proceso iniciado en este caso por la autoobservación ha de ser vivido en todas sus peripecias y anexionado al consciente mediante la mejor comprensión posible. (Psicología y Alquimia).

Esos animales que muerden son sin duda los animales del deseo que llevamos en nuestro interior, los «agregados psicológicos» como los denominan en Oriente, los «Yoes» de la psicología experimental, los defectos o debilidades de los distintos credos. Ellos clavan sus afilados dientes en nuestras carnes íntimas para succionar nuestras energías mentales, emocionales o volitivas. No es, como apunta Jung, huyendo de esas bestias internas como podemos transformarnos. Por el contrario, lo que conviene es observarlas como el policía observa al ladrón que merodea alrededor de una casa, esperando que cometa el delito para poder pillarle in fraganti.

El basamento es la AUTOOBSERVACIÓN. Quien no se observa no se conoce, y quien no se conoce no puede cambiar.

A medida que uno practica la autoobservación interior va descubriendo por sí mismo a muchas gentes, a muchos «Yoes» que viven dentro de nuestra propia personalidad.

El sentido de la autoobservación íntima se encuentra atrofiado en todo ser humano, pero ejercitándolo, autoobservándose de momento en momento, tal sentido se desarrollará en forma progresiva.

A medida que el sentido de autoobservación prosiga su desarrollo mediante el uso continuo, nos iremos haciendo cada vez más capaces de percibir en forma directa aquellos Yoes sobre los cuales jamás tuvimos dato alguno relacionado con su existencia.

Nos hemos formado falsos conceptos sobre nosotros mismos… Muchas cosas que creemos no tener tenemos y muchas que creemos tener no tenemos. Suponemos que poseemos tales o cuales cualidades que en realidad no poseemos, y muchas virtudes que poseemos ciertamente las ignoramos.

Somos los tristes personajes que describe Platón en su mito de la caverna, individuos atados con cadenas que toman por reales las sombras que proyectan los objetos que desfilan entre ellos y un resplandeciente fuego. Lo que creemos real es una simple ilusión.

Necesitamos romper las cadenas del Yo para poder despertar conciencia y palpar las grandes realidades de la vida y de la muerte.

Muchos textos sagrados nos hablan de la necesidad de despertar, pero ninguno de ellos explica claramente cómo hacerlo.

Indudablemente, el primer paso para sacar de su sueño a la conciencia es autoobservarse profundamente. Solo así podremos conocer las transacciones, los intereses, los gustos, las simpatías, etc., de cada Yo y asimismo, las consecuencias que en nosotros y en los demás provoca. Pero indudablemente la autoobservación no es todo. La senda que ha de llevarlos a la Iluminación nos exige COMPRENDER y ELIMINAR lo observado. Pero esto, querido lector, es un tema que necesariamente requiere ser abordado en un marco distinto, como el que proporcionan nuestros cursos…

Para finalizar permítanos el paciente lector cerrar este primer capítulo de la ciencia del DESPERTAR recordando una máxima de San Agustín:

NOLI FORAS IRE, IN TEIPSUM REDDI; IN INTERIORE HOMINE HABITAT VERITAS

«No vayas fuera, entra en ti mismo: en el hombre interior habita la verdad»

Importancia de la Antropología

El término Antropología procede de las raíces griegas antropos, ‘hombre’, y logos, ‘tratado’. Ello configura entonces la denominación de esta maravillosa ciencia bajo los siguientes términos: tratado acerca del hombre.

La antropología psicoanalítica es una ciencia imprescindible a la hora de querer descifrar, junto a la filosofía, interrogantes como aquellas de ¿quiénes somos?, ¿por qué existimos?, ¿de dónde venimos?, ¿cuál es el sentido de la vida?, ¿hacia dónde vamos llegada la hora de nuestra muerte?, etc., etc., etc.

Nuestra asociación es por ello una institución antropológica en un ciento por ciento, y a la par verdaderamente amante de la filosofía, con todas sus manifestaciones en el desarrollo del pensamiento humanístico a través de los siglos.

Homo nosce te ipsum, declararon los griegos en el frontispicio del Templo de Delfos, aludiendo a la necesidad de desentrañar el misterio de la vida y de la muerte, como finalidad última de la verdadera filosofía.

Y es esa la búsqueda de nuestros estudios y por ello nos apoyamos en la Antropología y en la Filosofía universal. Lo que interesa a nuestra institución es llevar a sus afiliados hasta la plenitud moral, ética, anímica, psíquica y social. Esta plenitud permite al ser humano valorarse a sí mismo desde un punto de vista superior y, en consecuencia, valorar también su entorno, a sus semejantes y la vida misma en todas sus manifestaciones.

Aquellos que se empeñan en hacer de la Antropología una aliada del materialismo dialéctico merecen nuestro respeto, aunque nosotros institucionalmente no compartimos sus criterios. Pensamos, con los amantes del humanismo, que la Antropología no puede quedar sujeta a una interpretación meramente intelectual acerca de la herencia que nos han legado nuestros antepasados.

Por ello recitamos con el Dr. Samael Aun Weor:

«Los códices mexicanos, papiros egipcios, ladrillos asirios, rollos del Mar Muerto, extraños pergaminos, así como templos antiquísimos, sagrados monolitos, viejos jeroglíficos, pirámides, sepulcros milenarios, etc., ofrecen en su profundidad un sentido metafísico que definitivamente escapa a la interpretación literal y que nunca ha tenido un valor explicativo de índole exclusivamente intelectual».

Nuestra institución se declara restauradora de las eminentes verdades que han constituido, a través del tiempo, el bagaje cultural que hace de la sociedad humana un todo trascendental y trascendente que justifica la existencia de la misma.

Finalmente declaramos, apreciado lector:

«El único culto perfecto que puede rendirse a Dios es el culto de la Verdad. Ese reino de Dios, cuyo advenimiento piden a diario maquinalmente millones de lenguas manchadas en mentiras, no es otro que el reino de la Verdad» –Unamuno–.

Los pilares de nuestros estudios

Sabiendo que a lo largo de la historia el ser humano ha transmitido el conocimiento no solo a través de la pluma, sino también a través del pincel (como lo han hecho los grandes pintores), tallando la piedra, o mediante las fórmulas científicas de la física o las matemáticas, nuestros estudios se fundamentan en lo que llamamos los cuatro grandes pilares del conocimiento: la Filosofía, el Arte, la Religión y la Ciencia.

Para sacar lo mejor del conocimiento filosófico estudiamos a los grandes pensadores de la humanidad, como Confucio, Epicuro, Heráclito de Éfeso, Carl Gustav Jung, Immanuel Kant, Lao-Tse, Platón, Séneca, Sócrates y muchos otros.

En el arte se esconden muchos mensajes que, bien comprendidos, ayudan al ser humano a desarrollarse a nivel psicológico y espiritual. La Gioconda de da Vinci, las esculturas de Michelangelo, los tratados alquímicos de la Edad Media, las pirámides que se encuentran en el mundo entero, las catedrales góticas, la música de Beethoven, de Mozart, de Liszt, de Richard Wagner, las obras de la literatura universal (la Ilíada de Homero, la Divina Comedia de Dante…), son solo algunas de las grandes obras de arte de la historia humana que estudiamos, analizamos e intentamos desvelar.

En las religiones de todo el mundo, a lo largo de la historia, los grandes guías espirituales como Jesucristo, Krishna, el Buddha Siddharta Gautama, Tomás de Kempis…, han intentado transmitir el mismo mensaje a sus seguidores. Por lo tanto, es muy sabio hacer análisis comparativos de las grandes religiones del mundo entero. El Cristianismo, el Taoísmo, el Budismo, etc., tienen mensajes y consejos que todavía, aun viviendo en esta época moderna, merecen ser estudiados y analizados.

Para comprender mejor el mundo en que vivimos es imprescindible estudiar algunas ramas de la ciencia que consideramos que son muy útiles e interesantes: la Teoría de la Relatividad, las Matemáticas mayas, nociones de Astrología, etc.

Declaración de principios

  1. AGEAC, sabedora de que la libertad del hombre descansa sobre los pilares del conocimiento, buscará siempre nutrirse con la riqueza del saber humano expresada en distintas épocas y latitudes, comprendiendo además que la verdad no es exclusiva de ningún pueblo, de ninguna religión y de ninguna cultura, sino que participa de todas ellas.

  2. AGEAC no tolerará fanatismos doctrinarios de ninguna especie y tampoco será proclive al culto de la personalidad en cualquiera de sus manifestaciones.

  3. AGEAC inculcará como virtud principal el libre albedrío de las personas, proclamándose en contra de todo dogmatismo que esclavice al ser humano.

  4. La Asociación se declara totalmente apolítica. Por consiguiente AGEAC no mezclará nunca sus enseñanzas ni participará con ninguna tendencia de carácter político.

  5. La Asociación no se identifica con ninguna ideología religiosa concreta. Antes más bien incentivará el estudio de todos los credos y religiones del mundo entero, porque reconoce en todos ellos la búsqueda sincera de la Verdad.

  6. AGEAC es y será siempre una institución filantrópica, se sostendrá principalmente con las aportaciones voluntarias de sus miembros y nunca estará entre sus objetivos el lucro ni la adquisición de bienes.

  7. Nuestra institución respeta y respetará siempre el libre pensamiento humano. Por ese motivo todos los postulados doctrinarios de AGEAC podrán ser libremente aceptados o rechazados por todos sus miembros.

  8. AGEAC, como asociación humanística, no buscará de ningún modo hacer una labor proselitista, toda vez que el amor a la verdad ha de brotar por sí solo en el corazón de las personas y no por medidas de presión.

Conoce también